¿Qué tengo yo que mi
amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto
de rocío,
pasas las noches del
invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis
entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué
extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo
frío
secó las llagas de tus
plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me
decía:
asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor
llamar porfía»!
¡ Y cuántas veces,
hermosura soberana,
«Mañana le abriremos»,
respondía,
para lo mismo responder
mañana!
Lope de Vega
La cigüeña cambia de nido.
Hace 15 años
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