15 de marzo de 2007

Inmaculada murió dignamente

La reacción apasionadamente provida de católicos y jerarquías exaltados en el caso de Inmaculada ante quienes han usado su caso para sostener la eutanasia activa ha significado perder una oportunidad paradigmática para explicar la doctrina iusnaturalista y cristiana.
A diferencia de Ramón Sampedro, no se ha provocado directamente la muerte; a diferencia de él, su enfermedad la conducía irremisiblemente a la muerte.
Inmaculada ha estado atendida maravillosamente durante muchos años por los religiosos y ha luchado durante mucho tiempo por recobrar la salud (para ello aceptó un tratamiento de respiración asistida).
A diferencia de Thierry Schiavo, pudo decidir y no fue asesinada por inanición.
Llegó un momento en que libremente decidió que la carga que le suponía un medio ciertamente molesto como es el respirador resultaba desproporcionado atendiendo a su propia psicología (otras personas desean vivir en peores ciscunstancias). Habiendo cumplido largamente con el deber de intentar salvar su propia vida, dejó que la naturaleza hiciese su propio curso y que el Buen Dios se la llevase, habiendo recibido los últimos sacramentos y teniendo la suerte de que se le administrase una sedación. Eso es morir con dignidad. Ni el suicidio asistido de Sampedro con larga agonía ni el cruelísimo asesinato de Schiavo fueron dignos.
¿No hubiese valido la pena explicar que la vida ni se puede eliminar ni tampoco prolongar más allá de lo razonable? Desgraciadamente la opinión pública ha percibido otra vez la falsedad de que la Iglesia es de derechas y quiere que la gente sufra y que la vida se mantenga a toda costa y que los progres proeutanasia que no cuidan ningún enfermo y sólo facilitan la "cultura de la muerte" son los buenos. ¿Y quiénes son los culpables de esto?

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