26 de enero de 2007

PRÓLOGO AL “DICCIONARIO DEL PADRE APELES”

La portada de este libro bien podría incluir la expresión "obra póstuma" que críticos y editores usan para referirse a obras publicadas por primera vez después de la defunción del autor, haciendo gala de alguna imprecisión, pues la obra de un escritor nunca puede ser póstuma, a menos que no la dicte desde el más allá a uno de estos personajes del esoterismo que pretenden tener contactos en otra dimensión.
Cuando digo que podríamos calificar a esta obra de póstuma no me refiero a que el autor haya acabado su peregrinar en este mundo -lo que a más de uno sin duda alegraría- sino a una muerte en sentido metafórico, a una "muerte mediática".
Y -para continuar con la figura retórica- como lo mejor que puede hacer alguien que sabe que va a morirse es poner sus asuntos en orden y otorgar testamento, el autor ha querido que este libro sea su testamento. Cada uno deja en su testamento aquello que posee a unas personas determinadas. No es que el autor posea mucho, pero quiere dejar en este testamento lo que pueda resultar más interesante al que le interese, su pensamiento.
Alguien podría suponer que el interés de su pensamiento estriba en su originalidad. Se engañaría. Nihil nouum sub sole. El autor no ha creado un nuevo sistema de pensamiento, sino que se ha limitado a pensar -eso sí, mucho-. ¿Entonces cuál es la fuente de su interés? Su infrecuencia. El interés que despierta un parto de sextillizos se debe sin duda alguna a lo raro del evento.
Cabe preguntarse, pues, ¿cuál es el sistema de pensamiento del autor? El realismo. El objetivo del pensamiento debe ser forjarse una concepción lo más cercana posible a la realidad. El modo de alcanzarla es sin duda alguna atenerse a los datos de la realidad y aplicar la lógica de un modo riguroso. Así, la ignorancia, la estupidez, el apasionamiento, la soberbia, la irracionalidad, la irreflexión, ... harán imposible el alcanzarla. La fe no tendrá más objeto que aquello que se escapa a la razón. Por fuerza habrá que acudir al conocimiento sobrenatural dado por Dios para descubrir la realidad que está fuera del alcance de la razón. Y nada más. Sólo procurar conocer la realidad tal cual, aplicar una lógica implacable y recurrir a la fe en lo que rebasa la razón. Así de sencillo y, sin embargo, raro.
El autor no ha escrito un tratado filosófico. Sólo intenta aplicar su modo de pensar a los temas de más candente actualidad. Sin duda el contenido de la obra resultará polémico. Al autor no le preocupa, antes le divierte.

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