19 de enero de 2008

Un hidalgo

Ufano de su talle y su persona,
con la altivez de un rey en el semblante,
aunque rotas quizás, viste arrogante
sus calzas, su ropilla y su valona.

Cuida más que su hacienda su tizona,
sueña con empresas que olvida en un instante.
Reza con devoción, peca bastante
y en lugar de callarlo lo pregona.

Intentó por su dama una quimera
y le mataron sin soltar la espada.
Sólo quiso al morir que se le hiciera,

si algo quedó en su bolsa malgastada,
una tumba de rey, donde dijera:
“Nació para ser mucho… y no fue nada”

(Enrique López Alarcón)

1 comentario:

Tomás Basallo dijo...

Estupendo poema, capta muy bien el espíritu español del siglo XVI-XVII, no falta nada; deberían tomar nota muchos historiadores y pseudohistoriadores.
Gracias por publicarlo.
Un saludo