Explicando una tarde anatomía
un sabio profesor
del corazón a sus alumnos daba
perfecta descripción.
Anonadado por sus propias penas,
la cátedra olvidó;
-Dicen señores, exclamaba pálido,
que nadie consiguió
vivir sin esa víscera preciosa-
-¡Error, extraño error!-
Hay un ser en mi ser, una hija mía,
que ayer me abandonó;
-¡Las hijas que abandonan a sus padres
no tienen corazón!-
Un estudiante que del aula oscura
se oculta en un rincón,
mientras los otros, asombrados oyen
tan público dolor,
sonriendo a un amigo y compañero
le dijo a media voz:
-¡Piensa que a su hija el corazón le falta...
y es que lo tengo yo!-
Eusebio Blasco Soler (1844-1903)
La cigüeña cambia de nido.
Hace 15 años
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