Ufano de su talle y su persona,
con la altivez de un rey en el semblante,
aunque rotas quizás, viste arrogante
sus calzas, su ropilla y su valona.
Cuida más que su hacienda su tizona,
sueña con empresas que olvida en un instante.
Reza con devoción, peca bastante
y en lugar de callarlo lo pregona.
Intentó por su dama una quimera
y le mataron sin soltar la espada.
Sólo quiso al morir que se le hiciera,
si algo quedó en su bolsa malgastada,
una tumba de rey, donde dijera:
“Nació para ser mucho… y no fue nada”
(Enrique López Alarcón)
La cigüeña cambia de nido.
Hace 15 años
1 comentario:
Estupendo poema, capta muy bien el espíritu español del siglo XVI-XVII, no falta nada; deberían tomar nota muchos historiadores y pseudohistoriadores.
Gracias por publicarlo.
Un saludo
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