Dentro de un santo templo un hombre honrado
con grave devoción rezando estaba;
sus ojos hechos fuentes enviaba
mil suspiros del pecho apasionado.
Después que por gran rato hubo besado 5
las religiosas cuentas que llevaba,
con ella el buen hombre se tocaba
los ojos, boca, sienes y costado.
Creció la devoción, y pretendiendo
besar el suelo al fin, porque creía 10
que mayor humildad en esto encierra,
lugar pide a una vieja; ella volviendo,
el «salvo honor» le muestra, y le decía:
«Besar aquí, señor, que todo es tierra».
Diego Hurtado de Mendoza
La cigüeña cambia de nido.
Hace 15 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario