¡No desmayes jamás ante una guerra
de torpe envidia y miserables celos!
¿Qué le importa a la luna, allá en los cielos,
que le ladren los perros de la tierra?
Si alguien aspira a derribarte, yerra
y puede ahorrarse inútiles desvelos;
no tan pronto se abate por los suelos
el Escorial que tu talento encierra.
¿Que no cede el ataque ni un momento?
¿Que a todo trance buscan tu fracaso?
¿Que te cansa el luchar..? ¡No lo disputo!
Mas oye, amigo, este refrán de paso:
¡Se apedrean las plantas que dan fruto!
¿Quién del árbol estéril hace caso?
Marcos Zapata
20 de enero de 2008
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2 comentarios:
muy bueno, ahora y siempre
magnifico poema tatuado en mis paredes.. salvandome del suicidio tantas veces
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