Manchó con lla pasión de lo terreno
la santa albura del Pastor Divino
y fue el poder papal, bajo su sino,
más que canto de amor, fúnebre treno.
La Sacra Forma en impureza y cieno
arrojó por sus manos el destino,
y de la Cristiandad purpúreo vino,
sangre del Hijo, convirtió en veneno.
Para Cristo su nombre fue una injuria;
para la Humanidad, firme peñasco
en que estrelló su queja atribulada.
Y si en paz héroe fue de la lujuria,
en guerra transformo la tiara en casco
y el báculo blandió como una espada.
Enrique de Mesa (1878-1929)
La cigüeña cambia de nido.
Hace 15 años
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